jueves, 6 de noviembre de 2008

ODA VII - PROFECIA DEL TAJO

Folgaba el Rey Rodrigo

con la hermosa Cava en la ribera

del Tajo, sin testigo;

el río sacó fuera

el pecho, y le habló desta manera:



«En mal punto te goces,

injusto forzador; que ya el sonido

oyo, ya y las voces,

las armas y el bramido

de Marte, de furor y ardor ceñido.



¡Ay! esa tu alegría

qué llantos acarrea, y esa hermosa,

que vio el sol en mal día,

a España ¡ay cuán llorosa!,

y al cetro de los Godos ¡cuán costosa!



Llamas, dolores, guerras,

muertes, asolamientos, fieros males

entre tus brazos cierras,

trabajos inmortales

a ti y a tus vasallos naturales;



a los que en Constantina

rompen el fértil suelo, a los que baña

el Ebro, a la vecina

Sansueña, a Lusitaña:

a toda la espaciosa y triste España.



Ya dende Cádiz llama

el injuriado Conde, a la venganza

atento y no a la fama,

la bárbara pujanza,

en quien para tu daño no hay tardanza.



Oye que al cielo toca

con temeroso son la trompa fiera,

que en África convoca

el moro a la bandera

que al aire desplegada va ligera.



La lanza ya blandea

el árabe crüel, y hiere el viento,

llamando a la pelea;

innumerable cuento

de escuadras juntas veo en un momento.



Cubre la gente el suelo,

debajo de las velas desparece

la mar; la voz al cielo

confusa y varia crece;

el polvo roba el día y le escurece.



¡Ay!, que ya presurosos

suben las largas naves. ¡Ay!, que tienden

los brazos vigorosos

a los remos, y encienden

las mares espumosas por do hienden.



El Éolo derecho

hinche la vela en popa, y larga entrada

por el Hercúleo Estrecho

con la punta acerada

el gran padre Neptuno da a la armada.



¡Ay, triste! ¿y aun te tiene

el mal dulce regazo? ¿Ni llamado

al mal que sobreviene,

no acorres? ¿Ocupado,

no ves ya el puerto a Hércules sagrado?



Acude, acorre, vuela,

traspasa la alta sierra, ocupa el llano;

no perdones la espuela,

no des paz a la mano,

menea fulminando el hierro insano.»



¡Ay, cuánto de fatiga,

ay, cuánto de sudor está presente

al que viste loriga,

al infante valiente,

a hombres y a caballos juntamente!



Y tú, Betis divino,

de sangre ajena y tuya amancillado,

darás al mar vecino

¡cuánto yelmo quebrado,

cuánto cuerpo de nobles destrozado!



El furibundo Marte

cinco luces las haces desordena,

igual a cada parte;

la sexta, ¡ay!, te condena,

¡oh, cara patria!, a bárbara cadena.

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