jueves, 6 de noviembre de 2008

ODA II - A DON PEDRO PORTOCARRERO

Virtud, hija del cielo,

la más ilustre empresa de la vida,

en el escuro suelo

luz tarde conocida,

senda que guía al bien, poco seguida;



tú dende la hoguera

al cielo levantaste al fuerte Alcides,

tú en la más alta esfera

con las estrellas mides

al Cid, clara victoria de mil lides.



Por ti el paso desvía

de la profunda noche, y resplandece

muy más que el claro día

de Leda el parto, y crece

el Córdoba a las nubes, y florece;



y por su senda agora

traspasa luengo espacio con ligero

pie y ala voladora

el gran Portocarrero,

osado de ocupar el bien primero.



Del vulgo se descuesta,

hollando sobre el oro; firme aspira

a lo alto de la cuesta;

ni violencia de ira,

ni blando y dulce engaño le retira.



Ni mueve más ligera,

ni más igual divide por derecha

el aire, y fiel carrera,

o la traciana flecha

o la bola tudesca un fuego hecha.



En pueblo inculto y duro

induce poderoso igual costumbre

y, do se muestra escuro

el cielo, enciende lumbre,

valiente a ilustrar más alta cumbre.



Dichosos los que baña

el Miño, los que el mar monstruoso cierra,

dende la fiel montaña

hasta el fin de la tierra,

los que desprecia de Eume la alta sierra.

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